La Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador de Oviedo es una catedral de estilo gótico que se encuentra en la ciudad de Oviedo, en el Principado de Asturias. Es conocida también como Sancta Ovetensis, refiriéndose a la calidad y cantidad de las reliquias que contiene. Comenzó a edificarse a finales del siglo XIII por la sala capitular y el claustro, y su construcción se prolongó durante tres siglos hasta el remate de la torre a mediados del siglo XVI. Posteriormente se añadiría una girola en el siglo XVII además de diversas capillas anexas a las naves laterales. La iglesia está emplazada en el lugar del anterior conjunto catedralicio prerrománico del siglo IX, alguno de cuyos edificios han sobrevivido. Por esta razón y lo dilatado de la construcción del edificio actual, éste contiene estructuras de estilo prerrománico (Cámara Santa), románico (bóvedas y apostolado de la Cámara Santa), renacentista (remate de la torre) y barroco (Girola, Capilla del Rey Casto y otras capillas). La Cámara Santa, del siglo IX, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y alberga las joyas más preciadas de la catedral: las cruces de la Victoria y de los Ángeles, símbolos de Asturias y de la ciudad de Oviedo respectivamente, la Caja de las Ágatas y el Arca Santa, que contiene un gran número de reliquias entre las que se encuentra el Santo Sudario.
Se inició la construcción de la Catedral por la Sala Capitular, dependencia que se abre al claustro, y se concluyó por la torre, «Poema romántico en piedra», en el año 1587 ya en los inicios del renacimiento. Es obra de Rodrigo Gil de Hontañón sobre planos de Juan de Badajoz. Era obispo de Oviedo, por aquel entonces, Cristóbal Rojas y Sandoval.
Se compone de cinco cuerpos que suben con un seguido retranqueo (que consiste en remeter el muro de fachada en la planta o plantas superiores de un edificio) de los cinco cuerpos que la integran.
Contemplando esta torre, que da personalidad singular a la catedral de Oviedo, da la impresión de que se percibe una especie dedo que invita a mirar al cielo. La torre es ese lugar elevado desde donde el centinela puede saber, antes que nadie, quien se acerca.
En la tradición cristiana es símbolo de “atalaya”, desde la que se vigilia, y “escalera” a través de la cual se asciendo; más aún, en la mencionada tradición la Virgen María es llamada “torre” en la letanía lauretana del rosario. Virgen e Iglesia están asociados de tal manera que se dice de ella que es “imagen y figura de la Iglesia” que en medio de la comunidad humana está pendiente de la última venida de Cristo al final de los tiempos para instaurar su reino.
De igual modo, por su carácter ascensional, la torre recuerda el sueño bíblico de Jacob en el que el santo patriarca vio “como una escalera unía el cielo con la tierra y por ella subían y bajaban los ángeles de Dios”, es decir: “Dios entra en comunicación con los hombres y, para ello, no vacila en ir a su encuentro”. La torre de la catedral de Oviedo evoca, por su invitación a mirar hacia el cielo, el “lugar” desde donde Dios escucha y perdona.
El símbolo del gótico podría ser ”Jesús maestro que enseña”. El arte gótico, en plena época de las Sumas teológicas, es un arte intelectual. El decorado de la catedral da una enseñanza doctrinal por medio de la iconografía. La escultura presenta la Antigua Alianza (los profetas y los reyes del Antiguo Testamento) y la Nueva alianza (Jesús, los apóstoles y los santos con un lugar destacado para la Virgen).
El retablo mayor de la catedral de Oviedo es una de sus obras más hermosas. Lo inicia en el año 1512 Giralte de Bruselas, por encargo del obispo Valeriano Ordóñez de Villaquirán, y colaboran en los trabajos del mismo Juan de Balmaseda, Guillermo de Holanda y Esteban de Amberes. Se concluye en el año 1517. Policromado por León Picardo, en tiempo del obispo Diego de Acuña, su estilo se encuadra dentro de las postrimerías del gótico y de lo que se ha venido en llamar hispano-flamenco. Al contemplar esta «muestra» de la vida de Cristo, fácilmente se viene a la mente, de quien está familiarizado con la Biblia, la oración agradecida que salió del interior de Jesús dando gracias a Dios Padre porque los secretos del Reino se revelan a la gente sencilla. Para la gente humilde, la que no sabía leer, fue construida esta magnífica obra de arte que tiene como finalidad iniciar en los secretos del reino de Dios a quienes la miran con fe. Al anuncio del reino de Dios dedicó Cristo-Jesús toda su vida; una vida que se inicia con la anunciación -primera escena de la izquierda del piso primero- y que se concluye con la venida del Espíritu Santo -última escena de la derecha del quinto piso del mismo-. Lo anunció con su palabra y lo hizo presente con sus gestos salvadores que el retablo recoge algunos.
En el cuerpo central destacan tres escenas que sobresalen de entre las demás: la crucifixión, la asunción de la Virgen María y Cristo en majestad. Vienen, como a recoger, todo su mensaje. La vida de Jesús se encamina hacia la cruz y sobre ella ofrecerá el sacrificio de su vida; no es un sacrificio ritual sino existencial es decir: una vida que se hace obediencia al querer de Dios Padre, que desea establecer en lo creado, transformado por el amor que se revela en la cruz, una nueva humanidad cuya primicia es la Virgen María en el misterio de su Asunción a los cielos. Sobre esta nueva humanidad reinará Jesús-Salvador que se representa en el Pantocrator de la última escena de la calle central.
Alfonso II el Casto, que siempre se consideró un “humilde siervo de Cristo”, mandó construir, en el siglo IX, la llamada Cámara Santa. Está formada por dos capillas superpuestas y sin ningún tipo de comunicación entre ellas. La inferior es la “Cripta de Santa Leocadia” y la superior la de San Miguel; nombre que le viene dado por el hecho de estar adosada a la Torre de San Miguel, edificación anterior a la misma y que es de los pocos vestigios que quedan del palacio de los reyes de Asturias.
Esta torre se puede hoy ver desde la “Capilla de Nuestra Señor de Covadonga” -al inicio de la girola de la Catedral- incrustada en sus muros. En el siglo XII esta capilla superior fue sometida a una profunda transformación. Se sustituyó la bóveda original de madera, propia del prerrománico, por una de cañón y se le añadió en su interior una serie de columnas decoradas con un apostolado románico, a fin de tratar de decirnos que así como el apostolado románico sostienen la techumbre de la capilla, del mismo modo los apóstoles –como bellamente dice un himno litúrgico- son “columnas de la Iglesia”. El piadoso rey, al construir este edificio, deseo que fuese el lugar donde se custodiasen las santas reliquias que el mandó traer desde el cercano Montsacro.
Tales reliquias habían llegado a Asturias desde Toledo -adonde habían sido trasladadas “desde distintos lugares” por los cristianos para evitar que cayeran en manos de los árabes, tras la derrota del ejército visigodo en Guadalete. La más insigne de todas ellas es el santo Sudario que se corresponde, según tradición, con el que fue colocado sobre el rostro de Jesucristo en el descendimiento de la cruz y hasta su definitivo entierro.
La contemplación de este santo lienzo nos recuerda que “por su sangre hemos recibido la redención el perdón de los pecados”. En este mismo lugar se custodian las cruces de los Ángeles y de la Victoria. Enseña, la primera, de la Iglesia ovetense y de la ciudad de Oviedo y la segunda del Principado de Asturias. Como fruto de las muchas reliquias que en esta Cámara Santa se guardan desde tiempo, casi podríamos decir, inmemorial, a la catedral de Oviedo se la llama la “Sancta Ovetenesis”.
En el “principio” de la actual fábrica gótica de la Catedral se encuentra su claustro que se inicia en el año 1300 y se concluye en 1441. Sustituyó al románico del siglo XII. Es una joya del gótico español. En el siglo XVIII se le añadió el piso superior de estructura barroca, siendo su autor Francisco de la Riva Ladrón de Guevara que consiguió dar armonía a estilos diversos.
La historia de la salvación que se inicia con la creación del cielo y de la tierra y se ha de concluir con la venida de Jesús en la gloria al final de los tiempos, tiene, de igual modo, un “principio”, que es el paraíso: lugar de la memoria agradecida y de la comunión.
El claustro trata de hacer referencia a aquel paraíso primero de ahí que, en el centro del mismo, habitualmente, se encuentre un jardín y una fuente que lo alegra y que está compuesta por cuatro caños que vierten las aguas para tratar de recordar los cuatro ríos que regaban el Edén.
Dependencias del claustro son la Sala Capitular y el Archivo. La Sala Capitular es el lugar de la reunión, donde se trata de llegar a la comunión de tener “un mismo sentir” para llegar a un “mismo obrar” que es el ideal evangélico de la caridad. En esta dependencia, se guarda lo que queda de la antigua sillería gótica de la Catedral.
Al claustro de la Catedral abre su puerta el Archivo que es el lugar donde se guarda la “memoria” de la Iglesia. Ésta comienza por el dato primero de la fe: la creación, se continua por la redención y se concluye por la instauración, al final de los tiempos del Reino de Dios, para el que vive la Iglesia y que es lo que da sentido a todo lo que escribe y guarda.
La puerta barroca del mismo es obra de José Bernardo de la Meana y en sus estanterías y anaqueles se conservan importantes códices entre los que destacan el testamento del Alfonso II el Casto y el Liber Testamentorum. Tiene salida al exterior por medio de la llamada “Puerta de la limosna”. En ella, periódicamente, el Cabildo ejercía la caridad con los pobres de la ciudad.
Este dedal de la catedral de Oviedo, lo conseguí en una tienda situada en la calle Jovellanos, que se llama “Alcordances de Asturies. Nel Cantu la Memoria“. Aquí os dejo un enlace para quien le interese saber más sobre esta catedral de donde está sacada la mayor parte de esta información:
http://catedraldeoviedo.com/