Galicia (en gallego Galicia, también Galiza) es una comunidad autónoma española, considerada nacionalidad histórica, situada en el noroeste de la Península Ibérica y formada por las provincias de La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra, las cuales se dividen en 314 municipios que se agrupan en 53 comarcas. Geográficamente, limita al norte con el mar Cantábrico, al sur con Portugal, al oeste con el océano Atlántico y al este con el Principado de Asturias y con la comunidad de Castilla y León (provincias de Zamora y de León).
A Galicia pertenecen el archipiélago de las islas Cíes, el archipiélago de Ons, y el archipiélago de Sálvora, así como otras islas como Cortegada, Arosa, las Sisargas, o las Malveiras.
Galicia posee 2.747.558 habitantes (INE, 1 de enero de 2014), con una distribución poblacional que aglomera la mayor parte en las franjas costeras comprendidas entre Ferrol y La Coruña en el noroeste y entre Villagarcía, Pontevedra y Vigo en el suroeste. Santiago de Compostela es la capital política de Galicia, dentro de la provincia de La Coruña.
Galicia está definida en el artículo primero de su Estatuto de autonomía como una “nacionalidad histórica”. Tiene una fuerte vinculación histórica con el Reino de Galicia.
Las primeras pruebas de presencia humana en Galicia son instrumentos de piedra que se remontan a hace 300 000 años, en el Paleolítico Inferior. Del período Paleolítico, que en esta zona dura hasta aproximadamente el 5000 a. C., existen diversos yacimientos, como los de Camposancos (La Guardia), Gándaras de Budiño (Porriño), Monte del Castro (Vigo) y Pena Grande (Villalba).
También son notables los descubrimientos en la parte portuguesa del río Miño —desde Caminha a Melgaço—, y el de Cueva Eirós, situado en el municipio de Triacastela (provincia de Lugo), en el que se han preservado restos animales y líticos neandertales de hasta el Paleolítico Medio, gracias a su ambiente básico.
Propia del período Neolítico (5000 al 2000 a. C.), se caracterizaba por su capacidad constructora y arquitectónica, junto con su sentido religioso, fundamentado en el culto a los muertos como mediadores entre el hombre y los dioses. Este sentido religioso abarca su importancia hasta la actualidad.
Se dice que la sociedad estaba organizada en un tipo de estructura de clanes. De la época del megalítico dan testimonio millares de túmulos extendidos por todo el territorio, generalmente referidos en gallego como mámoas. En su interior estos túmulos escondían una cámara funeraria de dimensiones mayores o menores, edificada con losas de piedra, lo que es conocido como dolmen.
La Edad del Bronce se desarrolla en Europa entre 2250 a. C. y el 700 a. C. Fue en la Edad del Bronce cuando se consiguió el desarrollo metalúrgico, impulsado por la riqueza minera. Parece que debido a los cambios climáticos, se trasladaron nuevos pobladores a Galicia, incrementando la población y los conflictos entre pueblos.
Fue una época de producción de diversos utensilios y joyas de oro o de bronce, que incluso fueron llevadas más allá de los Pirineos. Datan también de esta época la mayoría de los petroglifos (inscripciones sobre las rocas graníticas a cielo abierto) que se conservan en los montes gallegos, principalmente en la provincia de Pontevedra. Son muy conocidas las de Campo Lameiro. Se desconocen todavía su origen y su significado, aunque se piensa que formaban parte de algún tipo de lenguaje ritual o religioso.
En los últimos siglos de esta era, en lo que se conoce como Bronce Final Atlántico, Galicia formó parte de un complejo cultural de frecuentes intercambios comerciales por vía marítima con otras tierras de la fachada atlántica europea, como las Islas Británicas, Portugal y Bretaña.
La etapa castreña se desarrolló aproximadamente entre el año 700 y el año 1 de nuestra era. Su mayor desarrollo se produce en la segunda mitad de la Edad de Hierro, resultado de la fusión de la cultura de la Edad de Bronce y otras contribuciones posteriores, coexistiendo en parte con la época romana.
Algunos estudios históricos sugieren la llegada de pueblos celtas que trajeron nuevas variedades de ganado, el caballo domesticado y probablemente el centeno. Estos celtas, también denominados sefes o saefes, o incluso celtas de Hallstatt, se encontraron con una región bastante poblada. Según las teorías más aceptadas se superpusieron a la población autóctona como élites guerreras, nobles y jefes de tribus, manteniendo un estatus de superioridad o una cierta estratificación social, como sucedería posteriormente con las invasiones de los suevos y los alanos.
Una investigación de 2006, ha sugerido la vinculación genética celta entre la población del norte y noroeste de la Península Ibérica y las de Bretaña, Gales e Irlanda.
Es en esta época, cuando la provincia romana de Gallaecia (galaicos) aún no estaba constituida política y administrativamente, cuando aparecen los castros. Estas construcciones eran recintos fortificados de forma circular provistos de uno o varios muros concéntricos, precedidos generalmente de su correspondiente foso y situados en su mayoría en la cumbre de oteros y montañas.
Entre los castros de tipo costero destacan el de Fazouro, Santa Tecla, Baroña y O Neixón. En el interior se puede mencionar el castro de Castromao y el de Viladonga.
En cuanto a los templos, la única construcción encontrada es la de Elviña. En el castro de Meirás se conserva una necrópolis. En otros castros se han hallado cistas (pequeñas construcciones de piedra en forma de caja) con cenizas de difuntos. También existen otras construcciones que están parcialmente soterradas y que tienen un depósito para el agua, en las que los vestigios de fuego indican que debían servir para incinerar los cadáveres.
La economía de los castreños se basaba en la agricultura, la ganadería y el pastoreo.
Los romanos, ya asentados en la mayor parte de la Península Ibérica (Hispania), llegaron a la actual Galicia atraídos por los recursos mineros de la zona. El sometimiento a Roma de los galaicos, junto al de astures y cántabros, se produjo tardíamente (año 23 a.C.) en comparación al resto de la península, debido en gran medida a la fuerte resistencia y la cohesión social y territorial que caracterizaba a estos pueblos del área atlántica.
Tres ciudades, fundadas por Augusto, encabezaron los tres conventus o subprovincias romanas que conformaron la región: Lucus Augusti (Lugo), Bracara Augusta (Braga) y Asturica Augusta (Astorga). Con la reforma de Diocleciano del año 298 estos conventus quedarían unificados bajo una única provincia segregada de la Tarraconensis: Gallaecia.
Con la romanización, los castros perdieron su viejo valor defensivo, aunque muchos de ellos siguieron siendo habitados durante siglos. Los romanos trajeron nuevas técnicas, nuevas vías de comunicación, nuevas formas de organizar la propiedad y una lengua nueva, el latín.
Más tarde llegó el cristianismo a Galicia, aún bajo dominación romana, sustituyendo poco a poco al paganismo. La Iglesia Católica, de creciente influencia en el imperio a partir de su oficialización, tuvo que enfrentarse en la Gallaecia del siglo IV al priscilianismo, una doctrina cristiana basada en los ideales de austeridad y pobreza, que tuvo gran arraigo popular y que fue posteriormente condenada como herejía.
Por último, la llegada de los suevos en el siglo V, procedentes del norte de Europa, puso fin al dominio romano en la región.
En los comienzos de la Edad Media, los suevos, un pueblo germánico seguidor del arrianismo (herejía cristiana), establecieron en la Gallaecia un reino independiente que mantendrían durante ciento setenta años.
En el año 585, los visigodos, que ya dominaban el resto de la Península Ibérica, invaden la Galicia sueva incorporando ésta a su reino.
En torno al año 715, el Islam llegaría hasta el sur de Galicia, que la denomina Al-Yalalika. Su presencia allí no duraría más que unas décadas ante el avance de la Reconquista. El territorio gallego, inicialmente incorporado al Reino de Asturias, pronto conformará una entidad política propia conocida durante varios siglos como Reino de Galicia, cuya corona fue compartida casi ininterrumpidamente con los reinos de Asturias primero y de León después. Mención aparte merece la región galaica situada al sur del río Miño, que en 1139 se independizaría con el nombre de Portugal.
Cabe destacar desde el siglo IX el culto a la figura del Apóstol Santiago en Santiago de Compostela, que confirió a Galicia una importancia clave dentro del fortalecimiento ideológico de los reinos cristianos ibéricos durante la Reconquista, erigiéndose como centro religioso y destino de peregrinos que fortalecieron los enlaces con Europa. El Camino de Santiago se convirtió en un eje cultural por el que se extendieron, entre otros, el arte románico o la lírica de los trovadores.
Con estos precedentes, y tras un dificultoso siglo X (con violentas incursiones de vikingos y árabes), Galicia conoce en los siglos XI y XII una época de esplendor en lo político, lo religioso y lo cultural. Data de esta época la construcción de varios grandes monasterios (Oseira, Sobrado de los Monjes…), junto al inicio de la catedral compostelana. Este esplendor entra en declive a partir del siglo XIII al trasladarse el centro de poder a Castilla con Fernando III.
La Edad Media concluye en Galicia con la Revuelta Irmandiña, un alzamiento de las clases populares contra la opresión señorial. Aunque la revuelta fue finalmente derrotada gracias al apoyo de la monarquía castellana, provocó un importante debilitamiento de los señores feudales en favor del poder monárquico.
Tras la unificación de los reinos peninsulares en la Monarquía Hispánica, el órgano de gobierno del reino de Galicia fue la Junta do Reyno, creada en 1528. Hasta su disolución, este órgano constituyó la expresión política del reino, si bien su existencia fue poco significativa durante todo el Antiguo Régimen. Durante este periodo fue una constante la reivindicación del voto en las Cortes de Castilla, pues el Reino de Galicia estaba representado en ella por la ciudad de Zamora.
A nivel socioeconómico, la estabilidad política y el descabezamiento de la nobleza dan lugar a tres rasgos propios de este periodo como son la prosperidad de los fidalgos (que viven en los pazos del cobro de los foros a los campesinos), el auge de los monasterios, y una expansión demográfica sin precedentes, apoyada en el cultivo del maíz y la patata procedentes de América.
El crecimiento económico se vio no obstante interrumpido en algunos períodos, como ocurrió con la guerra anglo-española (1585-1604, con episodios como la Batalla de Rande o el asedio de Coruña), o la guerra con Portugal (1640-1688).
En el ámbito cultural, la creación de la Universidad de Santiago (1495) y el esplendor artístico del barroco gallego en arquitectura y escultura son también dos hitos de este período. En contraste, a partir de la escriturización normativa en castellano comenzada tiempo atrás por Alfonso X, el gallego como lengua comenzó una decadencia acelerada dentro del proceso de uniformización de España, pasando por los llamados séculos escuros (“siglos oscuros”), en los que la supervivencia del idioma fue sólo oral.
Tras la invasión napoleónica, las guerrillas populares consiguen hacer de Galicia el primer territorio español liberado del ejército francés (año 1809). Ello no obsta para que el impulso liberal heredado de la Revolución Francesa esté presente a lo largo de todo el siglo XIX frente a las políticas y los valores del Antiguo Régimen. Manifestación de este nuevo clima son la Constitución de 1812 y la desaparición del absolutismo monárquico tras la muerte de Fernando VII (1833).
La eliminación del régimen señorial y la desamortización eclesiástica son dos reformas fundamentales del reinado de Isabel II. A nivel social hay que destacar en Galicia fenómenos como la aparición del caciquismo local (especialmente en el mundo rural), el éxodo hacia las ciudades como consecuencia de la revolución industrial, y la emigración a América a partir de la segunda mitad del siglo, todo ello en un contexto de grave atraso económico y escasa modernización de las técnicas productivas.
Paralelamente, Galicia perdió su representatividad como unidad administrativa y desapareció la Junta del Reino de Galicia (1833). Es aquí que nacen las actuales cuatro provincias gallegas que estructuran el territorio bajo administración del gobierno central. Posteriores reformas que acentuaron este giro centralizador incitaron el surgimiento de los primeros movimientos políticos que defendieron a Galicia frente a esta pérdida de poder (carlismo, provincialismo, federalismo, regionalismo…).
Un episodio dramático relacionado con esta lucha fue el pronunciamiento de Miguel Solís, que levantó en armas a una parte del ejército en contra del régimen autoritario de Narváez. Fueron derrotados en la batalla de Cacheiras, el 23 de abril de 1846, y fusilados los supervivientes, conocidos a partir de ahí como los Mártires por la Libertad o Mártires de Carral.
En la segunda mitad del siglo, el Rexurdimento supuso una tentativa culturalista de defensa de la galleguidad posterior a la tentativa política, el afianzamiento de la conciencia de diferenciación cultural unido a un ideal político. Esto supuso la recuperación de la lengua gallega como vehículo de expresión social y cultural. De esta época son escritores como Rosalía de Castro, Manuel Murguía, Manuel Leiras Pulpeiro o Eduardo Pondal, entre otros.
Después de los movimientos galleguistas y liberales del siglo XIX, surgió la etapa de la Solidaridad Gallega, desde el año 1907 hasta la Primera Guerra Mundial, con el objetivo de conseguir un frente electoral unido para eliminar el caciquismo y conseguir una representación gallega (lo que se saldó con un fracaso).
Una primera etapa, hasta Primo de Rivera, es la marcada por las Irmandades da Fala, con una preocupación fundamental por la defensa de la lengua gallega. Al extenderse, va cuajando de nuevo la idea política del galleguismo. Así, Vicente Risco y Otero Pedrayo trabajaron en el aspecto cultural y tuvieron contraparte en el aspecto político Porteira y Lois Peña Novo. El relevo lo constituyeron la llamada Xeración Nós, en torno a la revista del mismo nombre, acompañada de 1920 a la Segunda República por una preocupación por la creación de un galleguismo controlado e instrumental desde el poder político central.
En la Segunda República había dos tendencias fundamentales: la correspondiente a la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) y la contraparte en el Partido Galeguista (PG). El PG surge de la unión de varias tendencias representadas en las figuras de Vicente Risco, Ramón Otero Pedrayo, Ramón Cabanillas, Ramón Suárez Picallo, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, etc. En 1936 el PG, para lograr el estatuto para Galicia, se alió con el Frente Popular, y como resultado de esa alianza sufrió una escisión. Sin embargo, se logró el Estatuto y Castelao se presentó a las Cortes poco antes de la Guerra Civil Española.
Galicia fue una de las regiones, junto con Castilla la Vieja, León, Navarra, dos tercios de Zaragoza y Cáceres, donde triunfó el golpe de Estado que desencadenó la Guerra Civil. La represión franquista que se desató a continuación acabó con los partidos, los sindicatos y el orden democrático republicano. Galicia, que no fue nunca frente de guerra, con una importante influencia del clero sobre las zonas rurales deprimidas y una escasa resistencia al golpe de Estado, sufrió la represión de los sublevados, ascendiendo la cifra de asesinados y ejecutados tras juicios sumarísimos por delitos de “traición” y “auxilio a la represión” a 4.560, de las cuales, 836 se produjeron sobre la base de un juicio, siendo el resto extrajudiciales. Personas de toda condición social o ideología fueron víctimas de la represión: los cuatro gobernadores civiles en el momento de la sublevación, la mujer del gobernador de La Coruña, Juana Capdevielle, destacada intelectual feminista que estaba embarazada en el momento de su ejecución, alcaldes galleguistas como Ángel Casal en Santiago de Compostela, socialistas como Jaime Quintanilla en Ferrol, o Emilio Martínez Garrido en Vigo, diputados del Frente Popular (Antonio Bilbatúa, José Miñones, Díaz Villaamil, Ignacio Seoane, o ex diputados como Heraclio Botana), militares que se mantuvieron leales a la República, como los generales Rogelio Caridad Pita, Enrique Salcedo Molinuevo, y el contraalmirante Antonio Azarola, o los fundadores del Partido Galeguista, el católico y conservador, Alexandre Bóveda Iglesias y Víctor Casas. En paralelo, para muchas personas vinculadas a la República comenzó la etapa del exilio.
Algunos movimientos de izquierda resistente crearon pequeños grupos de guerrillas con líderes como El Piloto (José Castro Veiga) o Foucellas (Benigno Andrade), que acabaron siendo detenidos y ejecutados. En los años 60, ministros como Manuel Fraga Iribarne introdujeron ciertas reformas aperturistas al tiempo que los tecnócratas del Opus Dei modernizaron la administración y abrieron la economía española al capitalismo. Galicia, aportó materias primas y energía hidroeléctrica jugando un papel importante en las políticas industrializadoras del Estado que condujeron al llamado “milagro económico español”. Fueron apareciendo iniciativas dinamizadoras como la instalación de Citroën en Vigo, la modernización de la industria conservera y la flota pesquera de gran altura, y un esfuerzo del campesinado por modernizar sus pequeñas explotaciones volcándose especialmente en la producción de leche de vacuno. En la provincia de Orense, el empresario y político Eulogio Gómez Franqueira dinamizó el sector agropecuario con una experiencia cooperativista que catapultó la producción y comercialización agroalimentaria (Coren). Los años setenta entraron en una fase de agitación universitaria, agraria y obrera. En 1972, hubo huelgas generales en Vigo y Ferrol, núcleos industriales con abundante actividad sindical. En Ferrol, en una manifestación, la policía mató a dos obreros del astillero Bazán. Sobre estos hechos el obispo de Mondoñedo–Ferrol, Miguel Ángel Araújo Iglesias, escribió una pastoral que no fue bien recibida por el franquismo.
La muerte del general Franco en 1975 dio paso a un proceso de transición a la democracia, en el que Galicia recuperó su estatus como región autónoma dentro de España con el Estatuto de Autonomía de 1981. El nuevo estatus político supone un compromiso entre el Estado centralista anterior y un mayor grado de independencia reclamado por fuerzas nacionalistas como el Bloque Nacionalista Galego (BNG). El nuevo gobierno autonómico, la Xunta de Galicia, ha sido desde entonces dirigido tanto por el Partido Popular de Galicia (con Manuel Fraga Iribarne como figura más destacable, presidente entre 1990 y 2005), como por el PSdeG-PSOE en coalición con los nacionalistas del BNG.
En la actualidad ha vuelto a gobernar el Partido Popular desde 2009, en la figura de Alberto Núñez Feijóo.
Este es un dedal de porcelana que como podéis observar tiene motivos de Galicia, como una pareja vestida con el traje típico de la región y una de las construcciones típicas, un hórreo. Este dedal lo compré en una de las tiendas que podemos encontrar paseando por las calles de la ciudad de La Coruña, esta tienda se llama Brigantium y la podéis localizar en la calle Franja.
(Fecha de adquisición: 14/11/2015)
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