El dedal que os muestro hoy, es un dedal de porcelana en el que podemos ver una panorámica de monumentos de la ciudad. En la panorámica podemos ver: a la chulapa vestida con su traje de gala, La Cibeles, la Puerta de Alcalá, el Oso y el Madroño y la Plaza Mayor, unos a continuación de otros. Este dedal fue comprado en una de las tiendas de souvenirs de las calles del centro de la ciudad.
A continuación, vamos a recordar algo sobre estos lugares y monumentos que podemos encontrar en la capital española:
Chulapos.
A finales del siglo XIX y principios del XX recorrían las calles de Madrid diferentes personajes que formaban parte del casticismo de la corte y que, dependiendo del barrio en el que se habían criado y vivían, adoptaban una forma de vestir que acompañaban de un determinado comportamiento social.
Aunque su origen data del siglo anterior, es en estos años cuando viven su mayor apogeo las clases más castizas de Madrid con una moda que buscaba diferenciarse de la élite social afrancesada.
Con el paso de los años los términos “chulapo”, “chulapa”, “chulo” y “chulapona” se han convertido en formas genéricos de aludir al madrileñismo castizo, aunque en origen convivieron en el Madrid de la época con otros identificativos locales, como los de “manolos” y “manolas”, “chisperos”, “isidros” o “majos” y “majas”, que se diferenciaban entre sí por los colores y cortes de sus trajes y en las formas de las patillas y tupés.
Los chulapos y chulapas eran los vecinos del barrio de Malasaña o de Maravillas que se distinguían, según el diccionario de la Real Academia Española, “por cierta afectación y guapeza en el traje y en el modo de conducirse” y tenían un toque de golfería, que en ocasiones rondaba el mundo de la delincuencia. Las chulapas o chulaponas son las típicas planchadoras de las Cavas, modistas, fruteras, floristas, cigarreras, lavanderas, alegres y felices.
Su vestimenta se forja en la época del Madrid capital del Estado en una monarquía parlamentaria, con sus habitantes en calidad de ciudadanos de un Estado liberal, y acabó convirtiéndose en todo un fenómeno sociológico: “el orgullo en el ánimo del pueblo llano de su condición social, elevándola a la categoría de casta popular, diferenciada claramente de las otras clases sociales, y despreciativa de éstas” afirma la Asociación Madrid Eterno. Es esta época especial se construyó la identidad del madrileño actual, que aún perdura hasta nuestros días.
La peculiar indumentaria de este grupo chulesco fue inmortalizada a través de las zarzuelas de los grandes compositores como Bretón, Chueca, Chapí, Moreno Torroba y tantos otros y no al revés como asegura la Asociación Madrid Eterno en su página web, donde afirman que “decir lo contrario es tan ridículo como pensar que los madrileños goyescos copiaron sus trajes de los que Goya se había inventado en sus pinturas, o que los sevillanos copiaron sus trajes de los sainetes de los hermanos Alvarez Quintero“.
Las chulapas vestían con blusa blanca ceñida en la cintura con mangas de farol, falda de lunares o vestido de lunares hasta los pies, pañuelo sobre la cabeza (y asomando dos claveles sobre la cabeza) anudado al cuello con el pelo recogido en un moño y mantón de Manila. En tiempos era corriente llevar un delantal vistoso para proteger la falda. El vestido ceñido es una evolución de la falda ancha y acabó siendo tan representativo como éste o más.
Los chulapos lucían chaleco o chaquetilla corta estrechos con clavel en la solapa, pantalones oscuros y ajustados, gorra negra o con pequeños cuadros, botines y pañuelo blanco al cuello.
La Cibeles.
La fuente de Cibeles (más conocida por el pueblo madrileño sencillamente como La Cibeles) se encuentra en la ciudad española de Madrid, en la plaza del mismo nombre. Se instaló en 1782 en el Salón del Prado, junto al Palacio de Buenavista, de cara a la fuente de Neptuno (actualmente en el centro de la plaza de Cánovas del Castillo, en el Paseo del Prado junto al Palacio de Villahermosa, actual Museo Thyssen-Bornemisza, y al Hotel Palace). Incluye a la diosa Cibeles, símbolo de la Tierra, la agricultura y la fecundidad, sobre un carro tirado por leones. La actual plaza se llamó al principio Plaza de Madrid y en el año 1900 tomó el nombre plaza de Castelar. En la actualidad está delimitada por los grandes edificios del Palacio de Buenavista (Cuartel General del Ejército), Palacio de Linares (Casa de América), Palacio de Comunicaciones (antes sede de Correos y actualmente de la Alcaldía de Madrid) y Banco de España. Lo curioso es que cada uno de estos monumentos pertenece a un barrio distinto de Madrid.
Los encargados de su realización fueron Francisco Gutiérrez (figura de la diosa y el carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez, de acuerdo con el diseño de Ventura Rodríguez. La diosa y los leones fueron esculpidos en mármol cárdeno del pueblo de Montesclaros (Toledo), y el resto en piedra de Redueña, localidad enclavada a 53 km al norte de Madrid, cerca de la sierra de La Cabrera.
El estar enclavada en un lugar tan céntrico, su ajetreada historia, e incluso tradiciones recientes como lugar de celebraciones deportivas de los triunfos del Real Madrid en todas las competiciones han contribuido a que sea uno de los más conocidos símbolos de Madrid a nivel mundial.
Puerta de Alcalá.
La Puerta de Alcalá es una de las cinco antiguas puertas reales que daban acceso a la ciudad de Madrid.
Se encuentra situada en el centro de la rotonda de la Plaza de la Independencia, diseñada por el urbanista Ángel Fernández de los Ríos en el año 1877. En el cruce de las calles de Alcalá, Alfonso XII, Serrano y Salustiano Olózaga, junto a las puertas del Retiro: Puerta de España, Puerta de la Independencia (entrada principal a los jardines del Retiro) y Puerta de Hernani.
La puerta daba acceso a aquellos viajeros que entraban antiguamente a la población desde Francia, Aragón o Cataluña. En la actualidad es una puerta monumental que se encuentra ubicada junto a la Fuente de Cibeles y el Parque del Retiro. Fue construida por mandato de Carlos III en sustitución de otra puerta anterior que existía ya desde el siglo XVI. El diseño y obra pertenece al arquitecto italiano Francesco Sabatini. Compitieron con Sabatini otros proyectos por parte de arquitectos españoles: Ventura Rodríguez y de José de Hermosilla, siendo finalmente elegido personalmente por el Rey el diseño de Sabatini.
Se trata de una puerta de estilo neoclásico y aspecto monumental similar a los Arcos de Triunfos romanos, se erigió mirando su exterior a oriente en el año 1778. La puerta ha sido posteriormente restaurada en cinco ocasiones en más de dos siglos de existencia, siendo la última a finales del siglo XX. La originalidad de su fábrica consiste en ser el primer arco de triunfo construido en Europa tras la caída del Imperio romano, siendo precursor de otros como el Arco de Triunfo de París y la Puerta de Brandeburgo en Berlín.
Ha sufrido desde sus comienzos diversas transformaciones urbanísticas en su entorno. Pasando de ser la frontera exterior de Madrid, a un centro turístico de obligado paso que aparece insertada casi en el medio de la misma ciudad. Este cambio se ha debido al ensanche del siglo XIX a lo largo del barrio de Serrano y la prolongación de la calle de Alcalá. Finalmente es desde 1976 considerado por el Estado Español como un Monumento Histórico-Artístico, extendiendo su categoría a la misma Plaza de la Independencia.
La puerta ya desde su ubicación final fue adquiriendo desde finales del siglo XVIII relevancia en el pueblo madrileño, y a finales del siglo XIX era ya uno de sus iconos más característicos que aparece en numerosas ilustraciones de la ciudad. Al ser uno de los monumentos más representativos, en su doble condición de mirada hacia el interior de la ciudad y al exterior de la misma. La Puerta de Alcalá ha servido como soporte para todo tipo de manifestaciones políticas y artísticas y en sus inmediaciones se han producido numerosos hechos históricos.
Oso y Madroño.
La estatua del oso y del madroño es una escultura de la segunda mitad del siglo XX, ubicada en la ciudad española de Madrid. Representa las armas heráldicas de la villa y se encuentra instalada en la cara oriental de la Puerta del Sol, entre las calles de Alcalá y Carrera de San Jerónimo, en pleno centro histórico de la capital.
La estatua es obra del escultor Antonio Navarro Santafé (1906-1983) y se inauguró en 1967. Fue promovida por la sección de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, que quiso representar monumentalmente los principales símbolos heráldicos de la ciudad y de España.
La primera aparición de un oso rampante y de un madroño frutado en el escudo de la villa se sitúa en el siglo XIII. Con anterioridad, las armas incorporaban únicamente a un oso en actitud pasante, sustituido a partir del citado siglo por las dos actuales figuras.
Con este cambio se quiso simbolizar la resolución adoptada por el municipio y el Cabildo de Curas y Beneficiarios, tras un largo litigio por el control de los pastos y árboles de las tierras madrileñas.
Según este acuerdo, los primeros pasaron a ser propiedad del Cabildo y los segundos del concejo. De ahí que se modificasen las armas, con la inclusión de un madroño y de una nueva postura para el oso, irguiéndose sobre el árbol.
La escultura siempre ha estado en la Puerta del Sol, aunque con dos ubicaciones diferentes dentro de la plaza. Hasta 1986 estuvo situada en el lado oriental de la misma, en las inmediaciones del edificio que se levanta entre la calle de Alcalá y la Carrera de san Jerónimo. En ese año fue trasladada al inicio de la calle del Carmen, en el contexto de las obras de reforma y remodelación de la plaza impulsadas por el alcalde Enrique Tierno Galván. En septiembre de 2009, con la renovación integral de la plaza promovida por Alberto Ruiz-Gallardón, ha vuelto a su emplazamiento original.
La estatua del oso y del madroño está realizada en piedra y bronce. Pesa aproximadamete 20 toneladas y mide 4 m de altura. Descansa sobre un pedestal cúbico escalonado, hecho en granito.
Representa de forma realista las armas heráldicas de Madrid, con el madroño superando en altura al oso y éste apoyando sus manos sobre el tronco y dirigiendo sus fauces hacia uno de los frutos.
Plaza Mayor.
La plaza Mayor está situada en el centro de Madrid, a pocos metros de la plaza de la Puerta del Sol, y junto a la calle Mayor.
Los orígenes de la plaza se remontan al siglo XVI, cuando en la confluencia de los caminos (hoy en día calles) de Toledo y Atocha, a las afueras de la villa medieval, se celebraba en este sitio, conocido como “plaza del Arrabal“, el mercado principal de la villa, construyéndose en esta época una primera casa porticada, o lonja, para regular el comercio en la plaza.
En 1580, tras haber trasladado la corte a Madrid en 1561, Felipe II encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, comenzándose el derribo de las “casas de manzanas” de la antigua plaza ese mismo año. La construcción del primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, comenzaría en 1590 a cargo de Diego Sillero, en el solar de la antigua lonja. En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quién concluirá la plaza en 1619.
La plaza Mayor ha sufrido tres grandes incendios en su historia, el primero de ellos en 1631, encargándose el mismo Juan Gómez de Mora de las obras de reconstrucción. El segundo de los incendios ocurrió en 1670 siendo el arquitecto Tomás Román el encargado de la reconstrucción. El último de los incendios, que arrasó un tercio de la plaza, tuvo lugar en 1790, dirigiendo las labores de extinción Sabatini. Se encargó la reconstrucción a Juan de Villanueva, que rebajó la altura del caserío que rodea la plaza de cinco a tres plantas y cerró las esquinas habilitando grandes arcadas para su acceso. Las obras de reconstrucción se prolongarían hasta 1854, continuándolas, tras la muerte de Villanueva, sus discípulos Antonio López Aguado y Custodio Moreno.
En 1848, se colocó la estatua ecuestre de Felipe III en el centro de la plaza, obra de Juan de Bolonia y Pietro Tacca que data de 1616.
En 1880, se restauró la Casa de la Panadería, encargándose Joaquín María de la Vega del proyecto. En 1921 se reformó el caserío, trabajo a cargo de Oriol. En 1935 se realizó otra reforma, llevada a cabo por Fernando García de Mercadal. Y en los años 60 se acometió una restauración general, que la cerró al tráfico rodado y habilitó un aparcamiento subterráneo bajo la plaza. La última de las actuaciones en la plaza Mayor, llevada a cabo en 1992, consistió en la decoración mural, obra de Carlos Franco, de la Casa de la Panadería, que representa personajes mitológicos como la diosa Cibeles.
(Fecha de adquisición: 14/05/2015)
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